En Ayolas muchas veces se repite la historia: rutas que se descomponen al poco tiempo, obras que son deterioradas con una simple lluvia y trabajos entregados “a medias”. La raíz del problema está en la falta de control real y en la indiferencia de las autoridades ante las denuncias ciudadanas.
El vecino que señala una obra mal hecha no busca protagonismo, busca respeto a sus impuestos y seguridad para su comunidad. Por eso, el acompañamiento de las instituciones es clave: verificar, sancionar y garantizar que cada guaraní invertido se traduzca en calidad.
Lo acontecido en el barrio Sirena debe ser un llamado de atención a los concejales ayolenses, sobre el destino de los recursos que son administrados por otras comisiones a cargo de estas obras, de manera a garantizar que la ciudadanía pueda estar tranquila con la calidad de las mismas. A la vez, se debe repudiar el silencio cómplice de medios de comunicación locales con figuras cuestionables que hicieron caso omiso a un auténtico reclamo ciudadano.
El control de obras no es un detalle técnico, es una cuestión de justicia social. Si no se corrige, el costo lo seguimos pagando todos.
Control de obras: más que un reclamo, una urgencia
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